miércoles

Cassandra Wilson - Jumpworld

JMT - 1989


Cuarto disco de C. W. antes de que saltar a la fama de la mano del famosísimo sello de jazz, Blue Notes. En esos momentos, ya ponía al servicio del oído ajeno el sonido claro, filoso, cálido, calmo -y evidentemente ciclotímico y contradictorio- de su voz; una dicción perfecta. Jumpworld es un paseo por el gusto musical de esta dama a fines de los '80; por los vericuetos de la búsqueda de una producción con el sello indiscutible de su buen gusto; por el asomo insistente y fresco del jazz; por la experimentación de un sonido clásico y potente, más cercano al soul. Una banda sólida y un repertorio sobrio y atractivo -aunque por momentos ecléctico- completan este delicioso postre.


jueves

Michel Camilo - One more once

Columbia - 1994

Escuchar a Michel Camilo tocar su piano es un placer de los que uno disfruta toda la vida. El camino musical del dominicano ha tenido tres desafíos:

1. ser un músico culto: de una formación tan rigurosa que le ha permitido trabajar como director invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana, la Orquesta Filarmónica de Londres, entre otras sinfónicas y filarmónicas;

2. ser un músico popular: no sólo sus discos han tenido un gran éxito de ventas sino que, también, ha sido reconocido con los grandes premios del mercado (que no siempre tolera a La Academia...), entre ellos el Grammy (1983 por Why Not! y 2000 por Spain, junto a Tomatito), el Emmy (1987 por The Goodwill Games Theme), el Oscar (1995 por el soundtrack de Two much de Fernando Trueba); y

3. hacer del latin jazz una música con entidad de tal: como en toda fusión, lo que destaca es, como en este caso, lo que hace uso de sus componentes diversos como herramienta para provocar una novedad y no una mezcla, una argamasa fofa; cosa a la que es muy proclive la llamada música latina -que no es más que una espesa confusión de lo latino con lo caribeño.

Michel Camilo no solamente ha salido airoso -y con margen- de los tres desafíos. Los ha convertido en el material con el que construye su música. y One more once es una prueba fiel de ello.


martes

Yellowjackets - The spin

MCA Records - 1989


La existencia de Yellowjackets es producto de la casualidad y no tanto: la convocatoria como músicos sesionistas para un disco solista de Robben Ford, fue la arista del azar. La química musical -que terminó relegando al catalizador Ford a la categoría de músico invitado- fue el componente del encuentro, la coincidencia estética. The spin está considerado un álbum casi eléctrico, cercano al pop, pero que deja traslucir el ensamble que la banda logró haciendo base en el jazz. Es un disco de una complejidad comprensible, que acompaña, transporta y nos hace sacudir el pie. Música grata, sin excesos, sin derroche de virtuosismo y adornado con buen gusto, precisión, claridad estética y una solidez musical que lo hacen disfrutable de principio a fin. Que los integrantes hayan sido músicos de varios nombres que podrían conformar el Gran Seleccionado Contemporáneo, no hace más que dar una dimensión del respeto que sus pares -notorios y famosos- tienen por estos músicos de raza.


sábado

Peter Gabriel - So

Geffen Records - 1986


El gran disco que marcó un hito en la carrera solista de Peter Gabriel, 11 años después de abandonar Génesis, grupo que fundó en 1967. Mezcla de un pop a la vez clásico y fresco, con líneas sonoras de lo más oscuro de la producción del músico inglés. Una carta de presentación al gran público, un polimorfo sonoro que atrapa los pies, el corazón, el alma atormentada y cuyas Oscilaciones pueden graficarse como el pendular movimiento entre Sledge Hammer y We do what we're told, que es como decir entre lo bailable y lo experimental. El comienzo de la gira con la precisión de Stewart Copeland, las voces de Kate Bush, Youssou n'Dour y Laurie Anderson no hacen más que completar el soporte estético que hace de So un discazo.


lunes

David Gilmour - On an island

Sony - 2006


On an island es el punto más alto de un estilo: el que Gilmour dejó grabado a fuerza de buen gusto y fuego sagrado en la escucha de millones de seres humanos. Un estilo basado en la fuerza expresiva de la guitarra, en notas largas y melancólicas, en enloquecidos riffs a medio tiempo, en un el sonido claro, transparente, acuático. Pasajes que rozan lo oscuro y lo siniestro, melodías que se abren y nos muestran esta isla en el mar. Un mar que alternativamente mece y sacude. Y uno se deja llevar y aparece el sonido Gilmour, garantía de un viaje cómodo y tranquilo, sin mayores sobresaltos. On an island es el logro de ese hombre que se contempla en perspectiva de lo que ha sido para construir con más precisión lo que quiere ser. Otra forma de escuchar este disco es un vano intento de reducirlo a una comparación con lo que no reniega ser pero que tampoco pretende exhibir.